Es muy común en clases ver cómo los profesores se concentran más en los alumnos más comunicativos, aquellos que siempre tienen algo que decir cuando se pide una opinión sobre el tema a tratar. Docentes suelen confundirse y pensar que aquellos estudiantes que no dicen nada no tienen idea de lo que está pasando o no saben las respuestas que se les están pidiendo. Error.
Muchas veces los alumnos silentes son los más lúcidos a la hora de concebir ideas que son distintas e innovadoras, que, por esto mismo, requieren de más tiempo para ser formuladas. Estos estudiantes muchas veces se ven intimidados por quienes son más comunicativos, y al contrastar sus propias ideas con las de ellos, ven un error en que sean diferentes, siendo que muchas veces no es así. Con el tiempo, el no ser escuchado se convierte en la zona de confort del alumno y al momento de ser cuestionado tiende a evadir el diálogo, lo cual resulta contraproducente para entregar feedback y potenciar su proceso de aprendizaje tanto reforzando ideas que están bien como corrigiendo las que no. Así, el estudiante irá atrasándose e irá perdiendo motivación en encontrar ayuda en el salón de clases y en ver al profesor como una figura que puede ayudar, convirtiéndose más que nada en una figura de autoridad que solo está ahí para evaluar y hacer más difícil la vida escolar.
Por ello, es importante darle a todos un espacio para poder expresarse. No es fácil para el docente, claro que no, pero es también un error el asumir que todos los estudiantes tienen el mismo ritmo y necesidades ya que todos vienen de un contexto familiar distinto y poseen distintas personalidades y experiencias.
Y por supuesto, que todos tienen derecho a aprender.