Desde que era una niña, uno de mis juegos favoritos, era el de formar una escuelita en donde mis amigas o en algunos casos, mis muñecas, eran mis alumnos y yo su maestra. El pizarrón era la peinadora de mi dormitorio y las tizas eran los lápices labiales de mi madre. Me encantaba ponerles palabras en los dos idiomas que hablo desde pequeña. También les ponía a resolver operaciones matemáticas, aunque nunca me han gustado ni soy buena en las asignaturas científicas. Adoro mi profesión, porque te permite conocer a personas de diferentes edades, culturas y religiones, mientras les enseñas a conocer un nuevo idioma en sus tres facetas, entenderlo, escribirlo y hablarlo correctamente. El conocimiento de un nuevo idioma permite a las personas superarse y progresar en la vida. El idioma inglés es considerado hoy en día el principal medio de comunicación en cualquier país del mundo, si hablas inglés, difícilmente pasaras trabajo en otros países. El haber dedicado más de 35 años a la enseñanza en colegios, institutos, universidades y de forma particular, me han proporcionado incontables momentos de satisfacción y felicidad al saber que mis alumnos triunfaban en países extranjeros con el aprendizaje que habían obtenido de mis enseñanzas. Hoy en día de esos innumerables alumnos que han pasado por mis manos se encuentran disgregados alrededor del mundo, y gracias a las redes sociales puedo constatar con alegría como me recuerdan como su inolvidable "Teacher", expresión con la cual aun me llaman cuando coincidimos en cualquier lugar. Enseñar es en definitiva, dar a otros la oportunidad de progresar, ser independientes y vencer todos los retos que la vida les pondrá a lo largo de sus vidas.