La importancia de escuchar a tus alumnos

¡Bienvenido/a a mi primer artículo!

Voy a tratar de contaros un poco de mi experiencia en este mundo que es la enseñanza, desde lo perdido y nervioso que me encontraba el primer día, hasta los días en los que llevaba varios grupos de alumnos en un día.

No podía haberme preparado de ninguna manera para lo que me esperaba el día en el que empecé a dar clases de robótica a un grupo de niños de edades comprendidas entre siete y los doce años. Apenas podía pensar con claridad, ni siquiera me acordaba de mi nombre. Rápidamente tuve que hacer un plan mental para poder, por lo menos, arrancar la clase.

La presentación fue breve, pero a la vez intensa, pues me veía por primera vez me veía en el papel de monitor/profesor en el que tienes que hacer un esfuerzo por acordarte de los nombres de tus alumnos, cosa que en ningun momento se me había pasado por la cabeza que tendría que hacer (ay, los nervios...). Enseguida, tras comentar en qué va a consistir la actividad, venía la parte "difícil". Ejercer de monitor. No pasaron dos minutos después de mostrarles cómo tenian que ensamblar las pequeñas piezas de los robots, y ya tenía ante mí el primero de muchos conflictos entre los peques. "¡Profe, Nosequien no me deja montar esta parte y él lo está haciendo mal!". Si no has tenido ninguna situación similar a esa, es dificil sentarte a resolver el problema.

Con toda la calma que pude reunir, les hice hablar por turnos para que me explicaran qué estaba pasando. De pronto, ambos empezaron a gritarse entre ellos, cruzados de brazos, y casi llorando. Los cinco primeros segundos no supe cómo reaccionar. Lo que sí sabía era que ni con castigos ni correctivos similares iba a solucionar nada.Tras apartarme con ellos, hablar de forma calmada (cosa que parecía imposible a priori) y llegar a una solución, una sensación de bienestar me invadió.

Tras esto, comencé a tomarme las clases desde otro punto de vista diferente a los nervios y a la presión de hacer las cosas bien, empecé a desenvolverme como pez en el agua en cada clase que daba. Aprendí poco a poco pequeñas cosas que fueron clave más adelante para mejorar mis métodos de enseñanza, como escuchar atentamente a cada uno de mis alumnos, tratar de adaptarme a ellos, preguntar como entienden mejor las cosas y esforzarme por llegar a enseñar de una forma entretenida y atractiva para los pequeños (y no tan pequeños).

Desde entonces, disfruto de cada clase que doy, disfruto de aprender de ellos cada día que doy clase, y disfruto viendo como su frustración se torna en interés y ganas por saber más, en ganas por explotar su potencial. Es por eso que siempre, siempre, siempre trato en mis primeras clases de hablar y preguntar acerca de cómo se sienten más cómodos en las clases, qué cambios proponen y que sugerencias tienen para mí. Aunque sea yo quien va a enseñar algo, siempre salgo aprendiendo algo nuevo tras cada clase.

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